El pasado 22 de marzo se celebró un emotivo acto sobre la figura de Agustín Rueda Sierra (Sallent, Barcelona, 1952), militante anarquista y antifranquista que falleció el 14 de marzo de 1978 en la cárcel de Carabanchel. Tras su muerte, un grupo de estudiantes de la UAM realizó un mural en su honor en la Facultad de Ciencias que ha sido restaurado durante 2017 por el Servicio de Conservación, Restauración y Estudios Científicos del Patrimonio Arqueológico de la UAM, como parte de los actos conmemorativos del 50 Aniversario.
El acto contó con la presencia de Francisco Rueda Sagaseta, exalumno de la UAM y uno de los autores del mural, Joni D., representante de la Asociación de amigos de Agustín Rueda, Alfredo Casal Ortega, miembro de COPEL (Coordinadora de presos españoles en lucha), María Sierra, su hermana, José M. Carrascosa, decano de la Facultad, y los profesores, estudiantes y personal que han organizado el acto.
El decano señaló “la vinculación de Agustín Rueda con la Facultad de Ciencias y la lucha estudiantil de los años 70, cuya muerte inspiró el homenaje de los estudiantes con un mural que ahora es parte del patrimonio artístico e histórico de la Facultad”. Por su parte, Jose Manuel García de la Vega, profesor del Departamento de Química-Física Aplicada de la UAM, esbozó la situación política de la denominada “transición” y las luchas estudiantiles y de represión que se sucedieron.
Todos los participantes expresaron el papel fundamental que Agustín Rueda representó en el gran movimiento libertario, “en el que muchos estudiantes de la UAM estaban –añadió Francisco Rueda- y quisieron dejar huella con un mural dentro de la Facultad, como un acto más trasgresor quizás, realizado hoy hace 40 años, en el que un hombre fuerte sale por un túnel y mira la cárcel a su espalda”.
Tras la muerte de Franco y durante el periodo de la Transición, entre 1975 y 1983, hubo más de dos mil víctimas por violencia política entre muertos y heridos, producto de las intervenciones desproporcionadas de las Fuerzas de Orden Público y de las agresiones y atentados de bandas fascistas contra manifestantes y huelguistas pacíficos. La violencia estatal, parapolicial y ultraderechista se ensañó especialmente con los jóvenes que peleaban por la ruptura democrática. Salvo en casos concretos, cuyas muertes han sido recordadas públicamente (los sucesos de Vitoria en marzo del 1976, los abogados laboralistas de Atocha en enero de 1977, o el asesinato de la estudiante Yolanda González en febrero de 1980), la mayoría no llegaron a los medios, y sus muertes solo perviven en la memoria de sus familiares y amigos.
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