La pequeña figura de la Virgen del Socorro que se venera hasta hoy en el altar
mayor de la iglesia de San Francisco de Santiago de Chile es reputada como la
primera imagen religiosa que llegó a esta capital. La escultura fue
protagonista de los inicios de la ciudad y concretó el asentamiento de los
franciscanos en Santiago. Se analizará aquí la paradoja esencial anclada en la
doble leyenda de su origen y que es común en las imágenes sagradas del
cristianismo: la escultura habría sido donada en agradecimiento por la
aparición milagrosa de su prototipo, la Virgen misma, durante una batalla
contra los indios; no obstante, según otras fuentes, una procesión en honor a
la escultura habría sido antecedente del mismo milagro. La figura mariana
concentró el milagro de la Conquista y contribuyó a instaurar la visualidad
cristiana en esos parajes. y representó el triunfo español y cristiano sobre
los indios en la zona central de Santiago y la consecuente instauración de la
ciudad y la apropiación de las élites políticas de la devoción primigenia. Su
potencial simbólico fue, además, causa de la polémica apropiación por parte de
los franciscanos de un lugar mercedario. Una segunda paradoja fundamental
radica en su iconografía, que podría ser la de una María Magdalena al pie del
Calvario, protagonizando así una “migración de sentido” común en lugares donde
el acceso a imágenes de culto era difícil.
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