EL BANQUETE

"Ahora, pues, limpio está el suelo y las manos de todos,
y las copas. Trenzadas coronas nos pone uno encima,
y otro presenta en un frasco el ungüento aromático.
La crátera en medio se yergue colmada de gozo.
Otro vino hay dispuesto que dicen que nunca traiciona,
dulce en los cántaros, y con perfume de flores.
En el centro su santo aroma exhala el incienso,
y hay también agua fresca, gustosa y muy clara.
Al lado hay rubios panes y se halla la mesa admirable
cargada de queso y de miel estupenda y dorada.
El altar en el medio cubierto de flores se encuentra,
y el canto y la fiesta se extienden por toda la casa.
Con que deben, primero, los hombres sensatos a Dios
celebrar con relatos piadosos y puras palabras.
Y, tras hacer libaciones y orar ser capaces de actuar
con justicia - que nada es, preferible a tal cosa-,
no hay exceso en beber cuanto puedas con tal de que llegues
sin ayuda de criado a tu casa, si no eres muy viejo.
Alaba entre todos a aquel que ha bebido y bien muestra
que su memoria y su afán la virtud de continuo persiguen,
y no se ocupa de contar las batallas de Titanes, Gigantes,
ni de Centauros tampoco - ficciones de nuestros mayores-,
sino que siempre conserva el respeto debido a los dioses". (Jenófanes de Colofón, frag. 1 D).

"Bebe y emborráchate, Melanipo, conmigo. ¿Qué piensas?
¿Que vas a vadear de nuevo el vorticoso Aqueronte,
una vez ya cruzado, y de nuevo del sol la luz clara
vas a ver? Vamos, no te empeñes en tamañas porfías.
En efecto, también Sísifo, rey de los eolios, que a todos
superaba en ingenio, se jactó de escapar a la muerte.
Y, desde luego, el muy artero, burlando su sino mortal,
dos veces cruzó el vorticoso Aqueronte. Terrible
y abrumador castigo le impuso el Crónida más tarde
bajo la negra tierra. Conque, vamos, no te ilusiones.
Mientras jóvenes seamos, más que nunca, ahora importa
gozar de todo aquello que un dios pueda ofrecernos." (Alceo de Mitilene, Frag. 73D).

"Bebamos. ¿A qué aguardar las candelas? Hay un dedo de día.
Descuelga y trae las grandes copas pintadas, en seguida.
Porque el vino lo dio a los humanos el hijo de Sémele y Zeus
para olvido de penas. Escancia mezclando uno y dos cazos,
y llena los vasos hasta el borde, y que una copa empuje
a la otra..." (Alceo de Mitilene, frag. 96D).

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