EL "ESPEJISMO ESPARTANO" Y SU PRESUNTA FALTA DE TENSIONES

"Contrarias también a las de los demás griegos son estas costumbres que instituyó Licurgo en Esparta. Pues en las demás ciudades, evidentemente, todos se enriquecen cuanto pueden: uno trabaja la tierra, otro tiene navíos, otro comercia, otros también viven de sus oficios. Pero en Esparta a los hombres libres les prohibió Licurgo que se dedicaran a tráfico ninguno y les impuso que sólo cuantas obras procuran libertad a las ciudades, sólo éstas tuvieran por propias de ellos. Claro, que en verdad, ¿para qué habría de desearse allí la riqueza, precisamente allí, donde, habiéndoles él ordenado contribuir por igual a lo necesario y tener un mismo tenor de vida, logró que no apetecieran por molicie el dinero?. Pero es que ni por los vestidos siquiera era menester dinero: pues no se adornan con la riqueza del vestido sino con la buena forma física de sus cuerpos. Y ni aun por tener al menos para gastar con los compañeros había que acumular riquezas: porque juzgó más digno de aplauso servir a los amigos con el esfuerzo corporal que con dispendios, haciéndoles ver que aquélla es obra del espíritu, ésta del dinero. Y aun el enriquecerse por medios no justos vedó también entre tales hombres: pues, en primer lugar, tal moneda instituyó que un solo decamno no podría jamás entrar en una casa sin ser visto de señores y criados, pues necesitaría mucho espacio y un buen carro que lo llevara. El oro y la plata son buscados, y si se descubre algo en algún sitio, es multado el que lo tiene. ¿Para qué, pues, se desearía allí la ganancia, donde la posesión de la riqueza acarrea más cuidados que alegrías proporciona su disfrute?". (Jenofonte, La República de los Lacedemonios, VII).

"Pero, ¿por qué doy explicaciones sobre acciones furtivas?. Pues yo, al menos, Quirísofo, he oído decir que vosotros, los lacedemonios, cuantos integráis los Iguales, os ejercitáis en el robo desde niños y que no es vergonzoso sino honroso robar cuanto la ley no prohíbe. Y para que robéis con el máximo celo y procuréis no ser vistos, está establecido por la ley entre vosotros que, si sois sorprendidos robando, se os azote. Ahora, pues, tienes una excelente oportunidad de demostrar tu educación y de vigilar que no nos atrapen, apoderándonos por sorpresa de la montaña, de modo que no recibamos golpes.
Sin embargo, contestó Quirísofo, también yo he oído decir que vosotros, los atenienses, sois hábiles en robar los fondos públicos, a pesar de que el ladrón corre un grandísimo peligro, y además que son éstos los mejores, si es cierto que entre vosotros los mejores son considerados dignos de mandar. En consecuencia, tienes tú también la oportunidad de demostrar tu educación". (Jenofonte, Anábasis, IV, 14-16).

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