La incidencia de la enfermedad hepática crónica ha aumentado en los últimos años, y la previsión es que esta tendencia creciente continúe en la próxima década. El cuerpo doctrinal de la Hepatología se ha multiplicado en los últimos 20 años. De ser una disciplina exclusivamente académica, caracterizada por una carencia de medios diagnósticos y de tratamientos eficaces, se ha trasformado en una disciplina se han sistematizado y caracterizado las entidades nosológicas, se dispone de una batería de pruebas diagnósticas, en su mayoría no invasivas, y fundamentalmente se ha desarrollado un arsenal terapéutico que abarca desde la terapia antiviral al trasplante hepático.
En consonancia con ello, se ha acompañado con un aumento de la supervivencia de los pacientes afectos de estas enfermedades. Este auge en la incidencia y en el conocimiento de las enfermedades hepáticas no se ha visto acompañado de un incremento parejo en su enseñanza. La asistencia a los enfermos hepáticos está fraccionada entre especialistas en gastroenterología y en medicina interna, cirujanos generales y pediatras.
La mayoría de estos profesionales han recibido la formación general propia de sus especialidades respectivas, y nunca una formación reglada en Hepatología. Su conocimiento en esta disciplina suele provenir de cursos específicos en diferentes aspectos de la Hepatología y el aprendizaje que proporciona la práctica asistencial.
Existe pues una demanda profesional de formación médica reglada en Hepatología, que atañe en concreto a especialistas en gastroenterología en los que la Hepatología es una proporción escasa de sus planes formativos, especialistas en medicina interna para la esta proporción es aún menor y en cirugía hepática para los que es inexistente.