Tras la Guerra Civil es de sobra conocida la perversa maniobra legal que ejecutaron los vencedores para, contraviniendo la Convención de La Haya, convertir a los prisioneros de guerra en criminales. Dicha actuación sobre un amplísimo espectro de la población trajo como consecuencia lo que el Nuevo Estado denominó “la cuestión penitenciaria”: un problema que sería gestionado con eficaz precisión por la Dirección General de Prisiones junto al Patronato Central para la Redención de Penas por Trabajo (fundado en 1938). Controlado por la Iglesia católica, este organismo desarrolló en la compleja red de establecimientos disciplinarios un programa correccional, laboral y educativo cuyo objetivo fue la transformación e infantilización del individuo ejerciendo sobre él técnicas de poder pastoral. El Patronato, asimismo, presentaba sus progresos en unos informes anuales (las Memorias, dirigidas expresamente al general Franco) ilustrados con una documentación fotográfica ingente que presentaban una imagen idealizada del archipiélago penitenciario que constituía el territorio español en los primeros años del régimen dictatorial.
En la intervención se plantean dos cuestiones que funcionan como núcleo de discusión dada la naturaleza de esta investigación en pleno proceso: en primer lugar, exponer algunas reflexiones sobre la arquitectura penitenciaria de los últimos dos siglos y el papel que debe desempeñar la historia del arte como intérprete de dicha manifestación constructiva; y en segundo lugar, avanzar algunos análisis preliminares sobre las convenciones utilizadas por las instituciones de control para presentar las imágenes de la prisión, con el fin de proponer una explicación de lo que hemos denominado provisionalmente como “iconografía del sujeto dócil”.
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