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Antiguos estudiantes Grado en Historia

Ignacio Cabello Llano

Ignacio Cabello Llano

¿Qué Grado estudiaste en la UAM y cuándo te graduaste?

Estudié el Grado en Historia y me gradué en julio de 2018.

¿A qué te dedicas ahora y en qué consiste tu trabajo diario?

Tras graduarme hice el Máster en Ciencias de las Religiones de la UCM (2018/19) y actualmente, desde el curso 2019/20, estoy realizando una tesis doctoral en el Área de Historia Medieval de nuestra Facultad de Filosofía y Letras, acerca del problema del mal y del sufrimiento en la vida, reflexión y cosmovisión religiosa medieval hispana. Gracias a un contrato predoctoral puedo dedicarme profesionalmente a lo que me apasiona: aprender, estudiar, leer, investigar, pensar y tratar de responder las diversas preguntas que se me plantean. Mi trabajo diario consiste en leer (tanto fuentes medievales como bibliografía secundaria que me ayuda a definir el esquema interpretativo), extraer la información relacionada con mi tema y ordenarla para ir sentando las bases de la tesis .  También forma parte de mi trabajo preparar de vez en cuando participaciones en congresos o artículos para publicar en revistas científicas, así como desempeñar algunas labores docentes.

¿Cómo se relaciona tu trabajo con lo que estudiaste? ¿Qué aprendiste en la Universidad que te es útil ahora?

Para mí, hacer la tesis doctoral ha sido el paso lógico después del Grado y del Máster, pues lo que quería era seguir aprendiendo de cara a ejercer el bonito oficio de historiador. La tesis es, por tanto, el colofón a mis años de formación y, al mismo tiempo, el primer paso de todo un futuro profesional dedicado a la investigación y la docencia universitarias.

El tema de mi investigación está a caballo entre la Historia, la Filosofía, la Teología y las Ciencias de las Religiones, y eso me permite trascender las barreras de la propia disciplina (la Historia) y buscar esa integración y universalidad de los saberes que debería caracterizar a la Universidad en general y a las Humanidades en particular, como sucedía, precisamente, en las universidades medievales, que más que instituciones de funcionarios de la ciencia eran complejas corporaciones o comunidades espirituales de búsqueda de la Verdad en las que las diferentes ciencias o saberes (¡y cultivaban más saberes de los que comúnmente se piensa!), incluida la teología, iban de la mano. Creo que eso se ha perdido en el modelo universitario contemporáneo, caracterizado por la hiperespecialización y por una cierta “necesidad psicológica” de destacar y de ser novedoso inventando un nuevo enfoque en tu microparcela de saber. Por esos dos caminos se ha perdido la universalidad del saber y, por tanto, la perspectiva adecuada para entender la realidad de lo humano. Si te hiperespecializas en una cosa muy concreta, pero pierdes de vista el todo, no sirve de nada. En este sentido, los intelectuales no podemos perder de vista que nuestra aportación al océano del conocimiento será siempre minúscula y que casi todo lo que sabemos, lo hemos heredado y se lo debemos a alguien. Como decía un filósofo del s. XII, Bernardo de Chartres, «somos como enanos a hombros de gigantes, de modo que vemos más y más lejos que ellos, no por la agudeza de nuestra vista ni por la altura de nuestro cuerpo, sino porque somos elevados y sostenidos en lo alto por su gigantesca magnitud».

Otra cosa que creo fundamental es que lo que debe presidir el estudio y la investigación es la búsqueda de la Verdad, y nunca la búsqueda del reconocimiento público. Pedro Abelardo, otro de los grandes filósofos de la Edad Media, coetáneo a Bernardo de Chartres, cuenta que en los comienzos de su carrera universitaria lo que le movía era el afán o codicia de dinero y de fama ( pecunia et laudis cupiditas ). Más tarde descubrió su error y se dio cuenta de que lo que tenía que perseguir mediante el estudio eran la Verdad, la Sabiduría y el Bien. Quienes nos dedicamos a lo intelectual corremos el riesgo de creernos más inteligentes que el resto y de dejarnos llevar por la soberbia, que Tomás de Aquino, otro grande del Medievo, definió como el “afán desmedido y desordenado de la propia excelencia” ( inordinatus appetitus propriae excellentiae ). Cuando a uno se le da bien lo que hace, corre el riesgo de perder la humildad y buscar de forma desordenada y desmedida —lo que los griegos llamaban  hybris — la propia excelencia. Pero así nos convertimos en unos desgraciados, porque los dones que tenemos no se nos han dado para buscarnos a nosotros mismos (para buscar el reconocimiento y el aplauso, para buscar el  like  y alimentar nuestro ego), sino para buscar la Verdad y hacer el Bien, y para ponerlos al servicio del resto de mortales. El intelectual no puede perder esto de vista: que los dones que ha recibido han de ser puestos al servicio de la sociedad en la búsqueda de la Verdad y del Bien, y nunca al servicio de uno mismo en la búsqueda egoísta del reconocimiento.

¿Qué recuerdos tienes de tu vida universitaria en la UAM? ¿Qué es lo que más recuerdas de aquella época?

Guardo muy buenos recuerdos de mis compañeros de clase, de los buenos profesores, de las tardes en la biblioteca de Humanidades, de las comidas en el césped de la Facultad, las excursiones y visitas a yacimientos y museos, el verano que fui a una excavación, las actividades prácticas en los laboratorios de Arqueología, los debates en las clases de Contemporánea, etc.

¿Qué consejo le darías a alguien que esté pensando en estudiar el mismo Grado? ¿Y a alguien que esté a punto de graduarse?

A ti, que estás a punto de graduarte, disfruta de tu último curso. Y no te agobies con el TFG, disfrútalo. Siéntelo como la posibilidad que tienes de aprender mucho sobre el tema que más te guste. ¡Anda que no has pasado ya por asignaturas y temarios que no te llamaban la atención! Ahora puedes dedicarle mucho tiempo al tema que más te atraiga, investigar con más detenimiento la cuestión que más te apetezca.

Y a ti, que estás pensando en estudiar Historia, tan solo te digo que es una de las carreras más bonitas que existen; que estudiando Historia uno puede llegar a conocer y entender mejor al ser humano; que conocerás a grandes personalidades del pasado con las que podrás entrar en diálogo y  de las que podrás aprender , y que adquirirás unos conocimientos y una capacidad de juicio crítico que te permitirán desenvolverte en este mundo sin que demagogos y predicadores baratos de falsas verdades te manipulen y te digan cómo has de pensar.

Eso sí—y esto vale para los dos—, para aprender y disfrutar hay que trabajar y ser constante. Como consejo básico: que vuestra preocupación no sean los apuntes, los powerpoints y los exámenes; que vuestra preocupación sea aprender y disfrutar. Para ello, leed, leed y leed; asistid a conferencias y participad en seminarios.  Leed los mejores libros e historiadores sobre cada época ; no os ciñáis a los apuntes y las prácticas (así quizá saquéis nota, pero no sacaréis jugo a la carrera). Es preferible que leáis buenos libros y que vayáis a congresos y seminarios con buenos historiadores a que os limitéis  a cumplir con los requisitos  de las mil prácticas que impone el actual sistema universitario .  Y, en fin, «nunca consideres el estudio como una obligación sino como una oportunidad para penetrar en el bello y maravilloso mundo del saber» (A. Einstein).

Los años de carrera son un “regalo” que no podéis dar por supuesto ni por descontado. Tenéis que aprovechar al máximo los años que tenéis por delante para aprender —en todos los sentidos—, siendo siempre conscientes de lo que le debéis a la sociedad y de que, si aprovecháis el tiempo, tendréis mucho que ofrecer a nuestro mundo, al mundo de nuestros hijos . Somos afortunados por poder estudiar en la universidad:  aprovechadlo; dejad espacio a que los contenidos de las asignaturas os interpelen y os susciten interés; leed, estudiad y aprended; tomaos en serio las propuestas de los profesores y acompañaos entre vosotros; no paséis por la carrera como quien no quiere la cosa (y, creedme, es una carrera fácil de aprobar sin grandes esfuerzos, pero habréis desaprovechado una gran ocasión ; no desperdiciéis el tiempo ni la oportunidad que tenéis delante); jugáosla,  aprended y, sobre todo, disfrutad. Y, si lo aprovecháis, algún día podréis devolverle a la sociedad lo que habéis recibido. Tenéis un bonito camino por delante, ¡no os lo perdáis! Como decían los peregrinos medievales que iban a Santiago de Compostela,  ¡e ultreia, e suseia!   ¡ Adelante, ea, y hacia arriba, ea!