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Natalia Castro Picón: “Un libro es un pedazo de cultura, pero también lo es la forma en que un grupo de personas se manifiesta”

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Natalia Castro Picón: “Un libro es un pedazo de cultura, pero también lo es la forma en que un grupo de personas se manifiesta”

En la Semana del Libro, Silvia Nieva entrevista a Natalia Castro, poeta e investigadora, y dialogan sobre imaginarios culturales, discursos apocalípticos y las formas de pensar la poesía.

25/04/2024Silvia Nieva
Fotografía de la entrevistada, con el pelo largo y rubio, camisa blanca estampada y americana negra, sobre fondo de césped amarillento y árboles.

Natalia Castro Picón, en Universidad de Princeton. / Foto: Daniel García.

La Natalia musa en Prefiero Natalia a la revolución llegó a su mayoría de edad recitando en los bares madrileños de poesía, los mismos antros que la llevaron a acabar investigando el apocalipsis cultural en la Universidad de Princeton (Estados Unidos). Ahora vuelve a los orígenes para ver “si existe una posibilidad de pensar la poesía desde lo político”.

Actualmente estás trabajando en tu primer libro sobre las representaciones del apocalipsis en los movimientos culturales y sociales en España, desde la crisis de 2008 hasta la pandemia de 2020. ¿En qué momento del apocalipsis nos encontramos?

En un momento de crisis permanente. Igual que se habló de un estado de emergencia permanente. Digamos que el siguiente estadio de la postmodernidad podría ser catalogado así, como de apocalipsis permanente.

“Nos encontramos en un momento de crisis permanente”

Yo diría que esto se relaciona con una superposición de crisis que no tiene un fin, porque tiene que ver con un sistema social y cultural que es insostenible, y por eso lo vivimos desde ese lugar, desde esa narrativa.

En tu campo, estudios culturales, el investigador, ¿evita posicionarse políticamente, es un observador o  participa de lo que ocurre?

Mi propia formación me acerca a un tipo de estudios culturales que surgen como reacción contra ciertos aspectos del método científico. No es que estemos en contra de esos métodos. De hecho, yo trabajo leyendo y con las herramientas de otras disciplinas. Hay un punto en donde la subjetividad quiere ganar legitimidad a la hora de explicar los fenómenos humanos que tienen que ver con el arte, con la cultura.

El objetivo de mi trabajo no es dar una opinión, no es posicionarme políticamente, sino hacer justicia con el archivo con el que trabajo, es decir, ver qué cosas han sucedido que no se han visto, porque los otros métodos con los que se ha observado ese fenómeno no permitían verlo. Ver qué trozos de vida y de discurso estaban ahí.

Esos discursos los encontráis en publicaciones, en libros, novelas… ¿También en otros sitios?

Partimos de una comprensión de la cultura como un fenómeno muy amplio que lo atraviesa todo. Un libro es un pedazo de cultura, pero también lo es la forma en la que un grupo de personas se manifiesta, y lo que dibujan los carteles o los eslóganes que cantan.

Por supuesto hay algo de cultura, porque hay metáforas, y hay figuras retóricas en el discurso que activan los políticos en la televisión, en la publicidad, en los grafitis, etcétera.

 Nos permitimos trabajar los fenómenos desde esa perspectiva más integral. ¿Por qué? Porque eso es lo que constituye la forma en que nos relacionamos con el mundo. Yo entiendo la cultura como una serie de tropos, lugares comunes a través de los cuales nos permitimos relacionarnos.

¿Podrías dar algún ejemplo de imaginarios culturales, de alguna situación que hayáis estudiado?

Hay uno que a mí me gusta mucho. Yo trabajo, eso, imaginarios culturales o imaginarios apocalípticos, en este período entre crisis, entre la económica de 2008 y la pandemia de 2020.

Imagen donde aparece el bombo del gordo flotando en el mar con el fondo del cielo y el texto promocional.

En torno a 2014, la Agencia de Loterías del Estado publica unos carteles que estaban en las marquesinas, donde el bombo de Navidad [hace el gesto con las dos manos] aparecía precipitado [continúa el gesto del bombo, cayendo] sobre lugares de ocio, de turismo. Había, por ejemplo, un señor nadando, y de repente, el bombo de Navidad, como si fuera un planeta  explotando contra la Tierra [vuelve a hacer el gesto con una mano, de bombo cayendo], aparecía proyectado sobre la playa. O alguien que estaba echando una siesta y ahí aparecía esa idea de riesgo, de que la suerte te podía caer encima y aplastarte, ¿no? [Sonríe divertida].  

A la izquierda, Cartel publicitario de la Lotería Nacional lanzado en el verano de 2014.

Era una publicidad para promocionar la compra de lotería de Navidad en verano. Algo que debería ser bueno, que es que te caiga la suerte, el gordo, donde tú te vas de veraneo, y hayas comprado ese boleto, se vende como un riesgo para la vida.

Y había, por supuesto, un juego como de humor, un tanto sarcástico, pero que para mí nos hablaba del clima de la época. Era una elección de los publicistas, que nos decía quiénes estábamos siendo en ese momento. Además lo podemos relacionar con el tema de la deuda, con todas las lógicas económicas, culturales, sociales e ideológicas que subyacen al capitalismo.

“Algo que debería ser bueno, que el gordo de Navidad caiga allí donde tú te vas de veraneo, se vende como un riesgo para la vida”

Como poeta madrileña en Princeton, ¿crees que hay relación entre tu trayectoria como poeta y tu carrera como investigadora?

Yo terminé en Estados Unidos después de una noche en la que conocí a un profesor del sistema americano en un bar de poesía en Madrid. Es decir, todo surgió un poco de esa convergencia.

Cuando salí de la carrera de Filología, quizá un poco desencantada, cansada del modelo, nunca pensé que iba a hacer un doctorado. Hice un máster de profesionalización editorial y quería seguir por ese camino, pero un poco, por ese encuentro accidental en un bar y por el hecho de que las metodologías sean más flexibles en Estados Unidos, he terminado viniendo para acá.

Lo que quise hacer desde el principio fue juntar estas cosas que me gustan. Por un lado, obviamente, disfruto de leer y de analizar literatura, pero, por otro, también disfruto lo performático que hay en el mundo de la poesía compartida, del recital poético o en las conversaciones que se abren ahí, y, desde luego, también tenía claro que quería darle un carácter político a lo que sea que hiciera en el futuro. De hecho, ahora mismo, mi segundo proyecto va a ser sobre para qué sirve un poeta, si existe una posibilidad de pensar la poesía desde lo político, así que estoy cada vez acercándome más a ese origen.

Silvia Nieva, es logopeda, psicolingüista y doctora en Psicología. Actualmente es docente en el departamento de Psicología Experimental, Procesos Cognitivos y Logopedia de la Universidad Complutense de Madrid. Sus líneas de investigación son la Psicolingüística, el multilingüismo, el análisis conversacional en entornos naturales, la adquisición y desarrollo del lenguaje, así como la evaluación del lenguaje en niños/as y adolescentes. Es Presidenta del Comité de Expertos de Multilingüismo y Multiculturalidad de la Asociación Española de Logopedia, Foniatría y Audiología e Iberoamericana de Fonoaudiología. Ha realizado esta entrevista dentro del Título de Experto en Comunicación Pública, Divulgación de la Ciencia y Asesoramiento Científico de la Universidad Autónoma de Madrid, que cursa actualmente.

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