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Humanos, animales y medio ambiente unidos en la sanidad del futuro
El mundo está cambiando, y la aparición de enfermedades como COVID-19 podría ocurrir más frecuentemente de ahora en adelante. La salud de los animales y del medio ambiente tienen un impacto sobre la sanidad humana, y la solución que plantean los expertos es clara: la colaboración entre los profesionales de distintos sectores.
La armonía de un pastor y su rebaño con la naturaleza / Biegun Wschodni via Unsplash
Es el año 2021. Cuesta dar un par de pasos sin tropezarse con algo relacionado con la pandemia de COVID-19. Sin embargo, aunque resulte agotador, es comprensible que un fenómeno que ha trastocado nuestras vidas de semejante manera dé bastante que hablar. Al fin y al cabo, nos ha pillado por sorpresa. ¿O no?
No del todo. La COVID-19 es una enfermedad zoonótica: puede pasar de animales a humanos. Y, según reportan organismos como la Organización Mundial de la Salud (OMS) o los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC), las zoonosis comprenden el 60% de todas las enfermedades infecciosas que afectan a humanos, así como el 75% de las enfermedades emergentes de la última década.
Los profesionales de ámbitos tan variados como sanidad humana y animal, ecología o epidemiología ya se temían que podía ocurrir un acontecimiento de esta naturaleza. Por ello, lejos de estar de brazos cruzados, llevan años trabajando en una estrategia que permita afrontar situaciones como esta de la manera más eficiente y segura posible. El resultado es One Health (Una Salud, en castellano).
¿Y en qué consiste, exactamente? Instituciones como la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE), la OMS o los CDC la definen como un enfoque que reconoce la conexión entre la salud humana y animal, y su dependencia del medio ambiente. Dada la naturaleza multisectorial del problema, la estrategia consiste en contar con expertos de todos los ámbitos relacionados para poder abordar con éxito las amenazas a la salud pública. “Se trata de una visión más integradora: en vez de trabajar en sectores aislados, entender que lo que pasa en la salud humana viene de problemas que hay en la sanidad animal y que, en general, todo está afectado por un ambiente. Por tanto, es preciso sacar partido a lo que conocen otros especialistas”, explica a UAM Gazette Elisa Pérez Ramírez, viróloga veterinaria del Centro de Investigación en Sanidad Animal (CISA).
La aparición del virus SARS-CoV-2 y la consecuente explosión pandémica de COVID-19 prueban la necesidad de tener un plan frente a las enfermedades zoonóticas emergentes, pero las dificultades que imponen contribuyen a evaluar las estrategias One Health que ya están en funcionamiento. “Si hubiera habido una interconexión mayor [entre los sectores implicados], creo que se podrían haber aprovechado mejor los conocimientos, recursos e incluso instalaciones”, comenta Pérez Ramírez. “Prevenir totalmente una enfermedad emergente es muy difícil. Lo que está claro es que, de haber una vigilancia veterinaria o sanitaria más intensa, sobre todo en animales silvestres, se limitarían mucho las posibilidades de que surgiera un problema como este”, añade.
Aunque muchas instituciones ya hayan adoptado el enfoque One Health y existan redes de cooperación entre numerosos centros y laboratorios, el objetivo que se propone sigue en el horizonte. Sin ir más lejos, aquí en España fue recientemente rechazada por el Senado una propuesta para la creación de una Estrategia Española One Health. Sin embargo, en Andalucía se está elaborando una Estrategia para la Vigilancia y el Control de las Resistencias a los Antimicrobianos que cuenta con este enfoque. Existen, a menudo, confrontaciones en objetivos a corto plazo que acaban lastrando el desarrollo de la iniciativa de cara al futuro, como reflejan estudios en Australia y Alemania.
El camino recorrido
La noción de que existe una conexión entre la salud animal y la humana no es algo nuevo. Ya en el siglo XIX a.C., los antiguos egipcios documentaron patologías animales. Aristóteles, en la Antigua Grecia, estudiaba dolencias animales para entender la enfermedad humana. Esta tradición hipocrática continuaría en Roma y durante la Edad Media y el Renacimiento.
Más tarde, en el siglo XIX, se puso la primera piedra de One Health en el mundo moderno: Rudolf Virchow, un destacado médico alemán, estableció que “Entre la sanidad humana y animal no hay líneas divisorias — ni debería. El objeto de estudio es diferente, pero los conocimientos obtenidos forman la base de toda la medicina”.
La iniciativa One Health tal y como la conocemos hoy, según recogen los CDC, se consolidó en 2004. Un simposio de la Wildlife Conservation Society (WCS) reunió a profesionales de la sanidad humana y animal para combatir las amenazas a las que se enfrentaban en sus campos. Como resultado, establecieron doce principios que sentaron las bases de lo que se dio a conocer como One World, One Health (Un Mundo, Una Salud, en castellano).
A lo largo de los siguientes años, la iniciativa fue ganando tracción en instituciones sanitarias y organizaciones internacionales como la FAO, la OMS o el Banco Mundial. Con la crisis sanitaria de la gripe aviar reciente, en 2008 se estableció un marco de acción estratégico para combatir enfermedades infecciosas. De esta manera, se ha ido convirtiendo poco a poco en una realidad política: las autoridades sanitarias recomiendan adoptar estrategias One Health a los gobiernos, avalándose en las experiencias de las crisis pasadas.
Lo que depara el futuro
El mundo y sus procesos naturales están cambiando a un ritmo mayor que nunca y el papel del ser humano en este fenómeno es evidente hasta el punto de dar nombre a una nueva era geológica, el Antropoceno. Las consecuencias de esto sobre la salud pública no tardan en hacerse patentes, tal y como advierte el enfoque One Health.
“Los cambios en el uso del suelo y la fragmentación del hábitat, la urbanización y la globalización, entre otras, forman parte del cambio global. Sus efectos pueden alterar la transmisión de patógenos por su influencia sobre las comunidades de vectores [organismos que portan y transmiten los agentes infecciosos] y parásitos”, cuenta a UAM Gazette Martina Ferraguti, bióloga especializada en enfermedades infecciosas transmitidas por mosquitos de la Universidad de Extremadura.
“La malaria, el Zika o la fiebre amarilla son típicas de zonas tropicales porque en regiones templadas no es posible la supervivencia de los mosquitos que las causan. Sin embargo, las condiciones climáticas en Europa del Sur y Central se han ido volviendo más adecuadas para ellos, lo que puede ampliar el rango de distribución e incidencia de estas patologías”, explica Ferraguti.
No obstante, también señala que en la actualidad se desarrollan importantes tareas de control de estos vectores y de los reservorios de enfermedades, mitigando los casos. “Este verano nos hemos enfrentado con el virus West Nile. En la península, sobre todo en humedales al suroeste, se han detectado casos puntuales en los últimos años, pero en 2020 saltaron las alarmas por más de 50 casos en Andalucía, varios en Extremadura y alguno aislado en la Comunidad Valenciana y Cataluña”, relata.
“Es esencial comprender la ecología de transmisión de patógenos para desarrollar y mejorar las estrategias de control de enfermedades importantes en salud pública. Integrando áreas del conocimiento como ecología epidemiología, sociología, entomología u ornitología, entre otras, podemos mejorar nuestra capacidad para entender la epidemiología y el riesgo de transmisión de patógenos”, resalta la experta. En definitiva: el enfoque multisectorial de One Health.
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Miguel Jiménez Guardado es graduado en Biología por la Universidad Autónoma de Madrid (UAM). Actualmente es estudiante de posgrado en el Título de Experto en Comunicación Pública y Divulgación de la Ciencia de la UAM.