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Matías Díaz Padrón, 'in memoriam'. Gran maestro, gran amigo
Dibujo a lápiz de Matías Díaz Padrón / Autora: Inmaculada Alonso Blázquez
El profesor Matías Díaz Padrón (Valverde, El Hierro, 1935-Madrid, 2022), historiador del Arte, ha sido uno de los mayores expertos a nivel mundial en la obra de Rubens, Van Dyck, Jordaens y en pintura flamenca en general, trascendiendo la época.
Nacido en Valverde, El Hierro, se traslada a Las Palmas de Gran Canaria donde acude al colegio Viera y Clavijo, del que guardaba entrañable recuerdo y sincera gratitud a sus profesores por la excepcional formación recibida. Después de toda una vida, mantuvo el contacto con sus amigos del colegio, muchachos traviesos que gustaban debatir de filosofía, analizar a los clásicos y escuchar música clásica.
Su tesis sobre la Pintura flamenca del siglo XVII en España recibió la calificación cum laude y el Premio Extraordinario de Doctorado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid (UCM).
Profesor de la Universidad Autónoma de Madrid (1967-76) en la Cátedra de Historia del Arte Moderno y Contemporáneo y de cursos de Doctorado (1989-95), forma especialistas en la Escuela Superior de Conservación-Restauración de Bienes Culturales.
Ocupa, además, los cargos de conservador del Museo del Prado, jefe del Departamento de Pintura Flamenca y Holandesa, consejero técnico de la Dirección del Museo del Prado e investigador científico del Instituto Diego Velázquez del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).
Publica centenares de artículos, decenas de monográficos, volúmenes monumentales, destacando el Catálogo Razonado de Pintura del siglo XVII en el Museo del Prado o El Siglo de Rubens en el Museo del Prado, que obtiene el Premio Nacional del Libro en 1996. Comisario especial de exposiciones internacionales, colaborador científico en tantas otras, ponente en numerosos congresos, su labor investigadora resulta inabarcable para estas breves líneas.
Recibe numerosas distinciones, como la Encomienda del Ministerio de Agricultura, Premio Europa Nostra de Investigación 2014 por su monografía Van Dyck en España; académico de la Real Academia de Arqueología e Historia del Arte de Bélgica; comendador de la Orden Leopoldo II de Bélgica en 1977; Máster de Oro por el Forum de Alta Dirección; Medalla de Oro de Canarias 2002 y Premio Canarias 2008; Medalla de Oro Mayte Spínola; Orden de Andrés Bello de Venezuela; y Premio Gabarrón, entre otros.
Medalla Municipal de Honor en su máxima categoría de oro del Cabildo de El Hierro, que lo nombró Hijo Predilecto de Valverde, previamente había sido nombrado Hijo Adoptivo de Las Palmas de Gran Canaria.
Es también académico de la Real Academia de San Miguel Arcángel de Santa Cruz de Tenerife, de la de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, habitual de las tertulias del Ateneo madrileño y socio académico de la Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País, cuyas pinturas flamencas desde el año 2021 ya no son anónimas gracias a su investigación, culminada con ochenta y siete años.
Publica sus primeros descubrimientos en la veintena, siendo habitual que, al conocerlo, sus colegas se sorprendieran de su juventud. Posteriormente, era entrañable verlo reencontrarse con antiguos alumnos y siguientes generaciones creando una escuela que continuará su legado.
Constantemente consultado por admiradores conocedores de su sabiduría y por especialistas de todo el mundo, atendía a todos con gran amabilidad -propia de su bella tierra- y siempre de forma desinteresada, convencido de su responsabilidad con la verdad científica.
Hombre valiente, ingenioso y divertido, tremendamente humilde, gran conversador, íntegro, con carácter -nada pusilánime ni complaciente- sabía lo que era esforzarse por mejorar y animaba constantemente a ello a sus amigos, a los que daba buenos consejos, siempre mirando por los suyos, por los demás.
Su larga vida, aunque sepa a poco a los que tanto le queríamos, le obsequia con el reconocimiento unánime, en ocasiones sonoramente silencioso, a algunos descubrimientos que décadas atrás habían sido fieramente negados por otros expertos. Una vez jubilado, continúa estudio e investigaciones como presidente de Honor del Centro de Investigación de Pintura Flamenca Instituto Moll.
Podría haber escrito una novela con la apasionante historia de cada descubrimiento. Siempre le emocionó rescatar del abandono obras no catalogadas o catalogadas erróneamente, sin dar importancia a si el pintor es o no un primer espada. Minucioso, revisa los inventarios siguiendo la pista a las obras a través de los siglos. Valoraba si la diferencia de estilo es por cambio de gusto en la época o por cambio de la mano que guiaba el pincel. Revisando la técnica podía saber si la pincelada era o no propia del autor. Te enseñaba a fijarte en las veladuras y a apreciar cada obra con la ilusión de un colegial. Siempre se acercó a cada obra valorando el esfuerzo del pintor, agradeciendo que hubiera llegado hasta nosotros y concediendo tiempo a todos en sus explicaciones.
Siempre recordaremos anécdotas a su lado en el Museo del Prado, en La Laguna, Maastricht, el Ateneo, en la Real Gran Peña… Gran caminante, charlaba de cualquier cosa, y cualquier cosa con él siempre se volvía muy interesante y las horas volaban. Sus amigos -con profesiones y edades muy distintas- nos hicimos amigos pues nos reunía habitualmente. Matías veía lo bueno en los demás, animaba al esfuerzo personal y a la permanente mejora, y parecía eterno, o queríamos que lo fuera. Si cada persona que lo quería y respetaba pudiera darle un año de vida, nos sobreviviría a todos.
Gran melómano, nos dejó en el Día de la Música, Santa Cecilia lo quiso con ella en el cielo. Descanse en paz. Sit tibi terra levis.
Por Sara Morena Blázquez, Servicio de Investigación del Área de Investigación y Transferencia de la UAM. Amiga de Matías Díaz Padrón.