Actividades culturales
Cuarta sesión del Club de Lectura 501
El próximo 6 de marzo interpretaremos la pieza El malogrado, del austriaco Thomas Bernhard (Heerlen, 1931 - Gmunden, 1989). Será la cuarta vez que nos reunamos en el Club de Lectura 501 organizado por las Bibliotecas de Psicología y Humanidades. En esta ocasión hablaremos de un autor, que, poco antes de morir, dejó estipulado en una carta-testamento que sus obras de teatro no fueran representadas ni publicadas en Austria mientras fueran vigentes los derechos de autor. Así Thomas Bernhard. Porque Bernhard arremetió contra todo y contra todos en su país, un país al que odiaba, pero que le era completamente imprescindible. Y lo hizo con una ferocidad tan implacable, que a menudo resulta de un sarcasmo desternillante. Pero también lo hizo con una musicalidad lingüística que le convierte en un autor único e irrepetible. Lo que Bernhard hace con el lenguaje no se puede describir con palabras. Porque a Bernhard hay que leerle de oído, como si se estuviera escuchando una pieza musical. No hay que pararse, sólo hay que leer y seguir leyendo y no dejarse intimidar por la longitud de sus frases o la ausencia de puntos y apartes. Leer y seguir leyendo, dejándose hipnotizar por su prosa adictiva. Leer y seguir leyendo, advirtiendo cómo las repeticiones se convierten en reveladoras variaciones sobre el mismo tema. Leer y seguir leyendo, hasta darse cuenta de que, por muchas vueltas que se hayan dado, al final siempre se está más alto. Así El malogrado, con el que Bernhard alcanza la perfecta comunión entre forma y contenido, entre la palabra hecha música —como decíamos— y la música hecha palabra. Porque de música, de creatividad y de genio es de lo que trata este libro en el que, de la mano de sus tres personajes principales —tres pianistas que estudiaron juntos en Salzburgo bajo la tutela del profesor Horowitz—, se confrontan las diferentes posturas y posibilidades frente al genio: el genio que quiere ser genio (así Glenn Gould), el fracasado que quiere ser genio (así Wertheimer, el malogrado) y el que, viendo que no puede ser genio, deja de querer serlo (así el narrador sin nombre).