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La biodiversidad de regiones marinas al sur de España sufre deterioro sostenido desde hace décadas

Investigación

La biodiversidad de regiones marinas al sur de España sufre deterioro sostenido desde hace décadas

Indicadores relacionados con la pérdida de biodiversidad explotada y en peligro han aumentado constantemente desde hace tres décadas en áreas marinas del Golfo de Cádiz y el Mar de Alborán. Así lo determina un estudio que examinó las interacciones entre biodiversidad, suministro de servicios ecosistémicos marinos y estrategias de gestión en dichas zonas entre 1985 y 2019, resultados que son coherentes con el deterioro del estado ecológico de ecosistemas marinos a escala global, europea, mediterránea y local.

29/05/2023
Imagen de un arrecife marino y logos del proyecto y la Fundación Biodiversidad

El proyecto EME-Mar, con financiamiento de la Fundación Biodiversidad, estudia las interacciones entre biodiversidad, suministro de servicios ecosistémicos marinos, las presiones antropogéncias y las estrategias de gestión de áreas marinas.

Vivimos en un planeta azul, con océanos que cubren más del 70% de la superficie de la Tierra. El mar ofrece una serie de “servicios ecosistémicos”, aquellos que resultan del propio funcionamiento del ecosistema marino. La provisión de alimento, de oxígeno, y el papel vital que juegan en la regulación del clima, absorbiendo dióxido de carbono e influyendo en los patrones meteorológicos, son ejemplos de servicios ecosistémicos que regalan los océanos y que resultan cruciales para el sustento y bienestar del planeta.

La importancia de estos servicios ecosistémicos para las poblaciones humanas ha aumentado exponencialmente en el último siglo. Sin embargo, el desarrollo de las sociedades y tecnologías humanas ha permitido la explotación de ecosistemas costeros y marinos, poniendo de manifiesto la necesidad urgente de implementar estrategias para contrarrestar esta tendencia.

Paloma Alcorlo, bióloga del Centro de Investigación en Biodiversidad y Cambio Global (CIBC-UAM), lideró el proyecto EME-Mar, una investigación de un equipo de científicos de la Universidad Autónoma de Madrid, la Universidad de Murcia y la Universidad Rey Juan Carlos, con financiamiento de la Fundación Biodiversidad, que exploró las relaciones e interconexiones entre las presiones ejercidas por el ser humano, la pérdida de biodiversidad, la prestación de servicios ecosistémicos y las estrategias de conservación y gestión aplicadas en ecosistemas marinos.

“Partimos de la hipótesis de que las presiones antropogénicas aumentan la pérdida de biodiversidad marina y disminuyen sus servicios ecosistémicos asociados. Utilizamos un enfoque de modelización integrada y seleccionamos 60 indicadores a escala regional, nacional  e internacional que proporcionaron información a largo plazo del periodo entre 1985 y 2019. Los resultados mostraron un declive de la biodiversidad marina y de sus servicios ecosistémicos, a pesar del creciente número de respuestas aportadas por la sociedad que no son suficientes y/o necesitan más tiempo para ejercer sus efectos”, explica la investigadora.

Estrategias de conservación: en deuda

En 2018, el sector pesquero mundial alcanzó un récord histórico de producción cuando se capturaron 96,4 millones de toneladas de peces marinos, moluscos, crustáceos y otros invertebrados, con al menos el 34,2% de las poblaciones mundiales evaluadas sobreexplotadas. Esta situación aumenta dramáticamente en el Mar Mediterráneo: según el Comité Científico Técnico Económico de la Pesca de la Comisión Europea (CCTEP), el 83% de las poblaciones de peces evaluadas están sobreexplotadas.

La concienciación científica y social sobre el mal estado de los océanos y la biodiversidad marina, y las experiencias positivas en la implantación de áreas de “no captura”, han impulsado la creación de áreas marinas protegidas (AMP) en todos los océanos del mundo. En esencia, son zonas geográficamente diferenciadas para las que se establecen objetivos de protección, estableciendo distintos niveles de actividades pesqueras permitidas y centradas en los espacios y esfuerzos de conservación. Muchas de las AMP se pusieron en marcha para cumplir los requisitos de la Directiva Marco sobre la Estrategia Marina (DMEM), que exige a los estados miembros de la Unión Europea alcanzar un buen estado ambiental de sus mares para 2020.

Sin embargo, pese al continuo incremento del número de normativas de gestión y de políticas de conservación, en ambas zonas se constata que los esfuerzos para proteger la biodiversidad marina siguen en deuda. “Cabría esperar que las políticas de gestión aplicadas fueran capaces de mitigar la intensidad de las presiones antropogénicas que desencadenan la pérdida de biodiversidad en el Golfo de Cádiz y el Mar de Alborán; no obstante, según nuestros resultados no lo consiguen y, de hecho, las regulaciones pesqueras y planes de gestión de algunas especies aún no han tenido el efecto de protección deseado de garantizar una recuperación a largo plazo de las poblaciones y una pesca sostenible”, afirma Paloma Alcorlo.

Importancia de enfoques ecosistémicos

Una pregunta que se desprende de los resultados del estudio es si las respuestas de conservación dadas en estas áreas son ineficaces o insuficientes, o si existen otros factores implicados en el declive. Estudios recientes esgrimen que entre las posibles razones del fracaso para mitigar adecuadamente la pérdida de la biodiversidad se encuentran políticas ineficaces por falta de conocimiento o por interés político, y el tamaño insuficiente y diseño ineficiente de las AMP. Otros factores de estrés que contribuyen a la pérdida de biodiversidad y que no están cuantificados oficialmente incluyen la extracción por parte de embarcaciones de pesca deportiva, el comercio de pescado en el mercado negro, la pesca de subsistencia, la pesca artesanal no registrada y la pesca furtiva.

“Gestionar la pesca de una manera sostenible que permita la producción de alimentos de alta calidad, ingresos y medios de vida para las sociedades humanas que dependen de la pesca; comprender el modo en que la pesca crea otros servicios ecosistémicos más allá del abastecimiento, y minimizar los efectos negativos sobre la biodiversidad, continúan siendo desafíos ineludibles. Es clave abrazar un enfoque ecosistémico que conecte las necesidades e impactos humanos con el estado de la biodiversidad y su conservación, permitiendo un proceso integrado de toma de decisiones a la hora de gestionar los ecosistemas costeros y marinos”, concluyen los investigadores del proyecto EME-Mar.

Proyecto:

Evaluación del impacto de la pesca sobre la biodiversidad marina: un análisis de la dinámica de sus redes tróficas en la Red Natura 2000 de España. Fundación Biodiversidad, Convocatoria de Ayudas para la Conservación de la Biodiversidad Marina en España 2019. (Ref: BM_2019). Entidades participantes: UAM, UM, URJC.

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Elaboración noticia: Joaquín Acevedo