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“Igual que un científico puede hacer divulgación para la ciudadanía, la sociedad puede ayudar a hacer ciencia”

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“Igual que un científico puede hacer divulgación para la ciudadanía, la sociedad puede ayudar a hacer ciencia”

David Martín Rubio entrevista a Begoña García, científica titular del Instituto Pirenaico de Ecología del CSIC cuyos proyectos de ciencia ciudadana son referencia internacional por la creación de puentes entre los científicos y la ciudadanía.

23/02/2023David Martín Rubio
Imagen de Begoña García

Begoña García, científica titular del Instituto Pirenaico de Ecología del CSIC / Redeia

En biología una relación mutualista se da entre individuos de diferentes especies, en la que ambos obtienen un beneficio mutuo. Sin duda, para la bióloga y doctora en Ecología Begoña García González (Zaragoza, 1963), entre los científicos y la ciudadanía se da una relación de este tipo a través de la ciencia ciudadana.

En los últimos años se ha ido resquebrajando la cúpula de cristal en la que se encontraban los científicos y científicas. Este proceso aún se ha acelerado más a raíz de la pandemia. La gente tiene interés por saber de ciencia y los científicos pueden beneficiarse de su colaboración. Como lo define Begoña García, “es el voluntariado de toda la vida, pero el desarrollo tecnológico permite una mejor coordinación y mayor sinergia entre los voluntarios”.

La ciencia y la ciudadanía

Es evidente que la ciencia se hace desde las instituciones científicas, universidades e institutos científicos. Pero la colaboración con la ciudadanía, coordinada y guiada por los científicos, permite a los primeros acercarse a un conocimiento que hasta ahora les resultaba ajeno y que les permite entender mejor el mundo que les rodea, mientras que para los científicos aumentan las posibilidades de investigación de cuestiones que, con los medios de los que disponen actualmente, serían inabarcables.

Para la investigadora “igual que un científico puede hacer divulgación científica para la ciudadanía, estos a su vez pueden ayudar a hacer ciencia con los científicos”. Y este hecho lo descubrió en carne propia. La toma de datos de campo es un ingente trabajo difícil de abarcar para una única persona, que se enfrenta a los limitados medios con los que cuentan los científicos. Se trata, muchas veces, de series de datos reiterativos que se deben tomar año tras año. Descubrió entonces que los familiares o amigos que le acompañaban en estas salidas disfrutaban observando su trabajo, su análisis, qué les ocurría a las plantas cada año... Una curiosidad que, a la científica, le pareció que podía satisfacerse a la vez que le ayudaban con su trabajo. “Diseñé un protocolo para que la gente pudiera ser independiente en la toma de datos”, comenta. Para tener éxito, este protocolo debía adaptarse a las condiciones físicas, conocimientos y capacidades de los participantes. Pero, por otro lado, permitiría tomar una serie de datos interesante. Sería como si ella se pudiese multiplicar por 5, por 10, por 100 …. Las posibilidades para su investigación se ampliaban.

Lo que empezó con la ayuda de familiares y amigos hoy es el proyecto de ciencia ciudadana “Adopta una planta”, que reúne a más de 200 voluntarios y voluntarias, que observan anualmente la población de la planta que tienen asignada, catalogada como amenazada o de interés ecológico. Para ello los científicos realizan un trabajo previo, la elección de la especie y la población a seguir, el “entrenamiento” en campo de los participantes, o la sustitución de los equipos si por alguna razón un año no pueden ir. Este proyecto es objeto de estudio internacionalmente y un referente en la utilización de la ciencia ciudadana como colaboración en proyectos científicos.

    

Imagen de Begoña García en una conferencia.

Reunión de voluntarios del proyecto "Adopta una planta" / M.B. García (IPE-CSIC)

     

La evolución imparable de la tecnología

Ya sea a pie de campo o en la ciudad, la popularización de la tecnología facilita nuevas herramientas de toma de datos al alcance de cualquiera, con la aparición de aplicaciones para los móviles y nuevos sistemas de inteligencia artificial. Esta democratización tecnológica es el caldo de cultivo para que se despierten muchas vocaciones de colaboración científica.

Begoña García tiene claro que ese camino facilita el acercamiento de la gente a la ciencia y a su participación en proyectos científicos, de modo que consigue unos datos muy extensivos. “Yo no conozco a ningún otro proyecto en el mundo que haya alcanzado semejante expansión, y puedan haber adquirido o puedan obtener tantos indicadores de cambio de cómo les va a las plantas”, apostilla la investigadora.

De esta manera consigue tener datos reales de cómo les va a las plantas en relación al cambio climático, por ejemplo. “Nos permite pasar de la teoría a la realidad, de ver cuales realmente están sufriendo un grave peligro por las amenazas que tienen y por cómo es su dinámica poblacional”.

“Aunque los participantes sean voluntarios, es necesario un intenso trabajo de coordinación, de validación de datos y de dinamización de la gente”

Las dificultades en la ciencia ciudadana

No es fácil, sin embargo, desarrollar proyectos de ciencia ciudadana, fundamentalmente por la financiación. Aunque los participantes sean voluntarios, es necesario un intenso trabajo de coordinación, de validación de datos y de dinamización de la gente, “y todo pasa porque haya personal que esté dedicado exclusivamente a eso, a hacer esa transferencia entre los científicos y los no científicos. El principal problema el mantenerlos en el tiempo, cuesta mucho echarlos a andar, pero luego también cuesta mantenerlos y, si no se mantienen, se caen”.

Tampoco los proyectos de ciencia ciudadana están bien vistos por algunos científicos, que desconfían de que personas no formadas puedan conseguir datos de calidad para su investigación. Según la experiencia de García esto no es así, también es responsabilidad del científico. Si se ha hecho un trabajo riguroso de diseño y adaptación, así como de validación posterior, el proyecto puede ser un éxito. Y siendo crítica con su gente afirma: “Para nada diría que la ciencia ciudadana es mala, también hay científicos que hacen ciencia mala y eso también es imperdonable”.

“Creo que el futuro es muy, muy prometedor”

La científica atisba un horizonte en el que la ciencia ciudadana coge cada vez más potencia, aprovechando esos avances tecnológicos que facilitan no solo la toma de datos, sino también su organización, validación, trazado... Y aprovechando también el gran deseo que la gente tiene por salir a disfrutar de la naturaleza, y por conocer. “Creo que el futuro es muy, muy prometedor”.

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David Martín Rubio es graduado en Ciencias Ambientales por la UNED, experto en Márketing, Comunicación y Publicidad por EUDE y se formó en Ilustración de Historia Natural con la University of Newcastle (Australia). Gracias a su formación científica y artística trabaja como ilustrador y divulgador científico en el proyecto Comunicando con la Tierra y actualmente cursa el Título de Experto en Comunicación Pública y Divulgación de la Ciencia en la UAM.

Más cultura científica en UAM Gazette.