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“La única recompensa de la ciencia es la de poder ayudar, no hay otra”

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“La única recompensa de la ciencia es la de poder ayudar, no hay otra”

Pablo Mora entrevista a María Rosa Durán, doctora en Matemáticas de la Universidad de Cádiz. Lidera el proyecto 'Recaída 0: Matemáticas contra la leucemia infantil', cuyo objetivo es utilizar herramientas matemáticas para obtener resultados de aplicabilidad en este tipo de enfermedades.

10/02/2023Pablo Mora
María Rosa Durán, en su despacho de la Universidad de Cádiz.

María Rosa Durán, en su despacho de la Universidad de Cádiz / Foto cedida por la entrevistada

Las matemáticas están en nuestro día a día. No se ven a simple vista. Pero son una constante en nuestra rutina. Cuando consultamos la predicción del tiempo para dentro de unos días. Cuando nos asaltan con publicidad que se supone, nos interesa. Cuando la aspiradora se las arregla sola por el salón de casa. Si las matemáticas se manejan de forma trivial, ¿por qué no pueden servir también como arma para resolver asuntos más complejos?

Esta es una de las ideas que tuvo la investigadora María Rosa Durán (Jerez de la Frontera, 1979) hace unos años. Pensó en que las matemáticas podían servir para mucho más. Que también se podían aplicar al tratamiento de una enfermedad. Ahora, buena parte del trabajo del grupo de investigación que lidera en la Universidad de Cádiz consiste en emplear las matemáticas para predecir la recaída en leucemia infantil. Nos hemos citado con ella en su despacho de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Cádiz. Nos recibe con una sonrisa y rodeada de papeles, trabajo, billetes de tren y varios reconocimientos.

¿Las matemáticas pueden curar?

Las matemáticas pueden ayudar a curar, en el tratamiento de una enfermedad, a predecir la evolución de la enfermedad, a ver nuevas características de una dolencia que podrían aparecer en un futuro y que se pueden diagnosticar al principio. Que las matemáticas ayuden a curar, es el futuro. Lo que pasa es que aún no se ha visto como una herramienta para atacar a las enfermedades, y, sobre todo, al cáncer.

No se vinculan las matemáticas con la leucemia.

No se relaciona. Pero hay dos herramientas básicas que se pueden aplicar al cáncer: una es la modelización matemática y otra, la inteligencia artificial, algo que nos rodea día a día. Si somos capaces de encontrar las preferencias de una persona con un móvil o que un coche sea capaz de aparcar, por qué no vamos a poder predecir si al inicio de la enfermedad, los niños tienen determinadas características o no. Hay que explotar la inteligencia artificial y los modelos matemáticos, pero en las enfermedades. Y sí se están explotando en otros temas, es una pena. La gente lo ve muy lejano, pero se está utilizando para lo que conviene.

¿En qué consiste exactamente el proyecto ‘Recaída 0’?

Lo que hacemos con los tumores es analizar los parámetros biológicos de cada paciente (las células malas, las células sanas, el tratamiento…). Luego resolvemos las ecuaciones y entonces podemos ver cómo va a evolucionar el tumor o la enfermedad.

El 20% de los niños que desarrollan cáncer en España recae en la enfermedad. Esos pacientes tienen unas células que están escondidas y por tanto, no se detectan en el diagnóstico inicial y son las que provocan la recaída. El tratamiento no les hace efecto, y entonces recaen. El objetivo fundamental de este proyecto es explotar esos datos del diagnóstico inicial para poder predecir la recaída tanto a través de modelos matemáticos como con la inteligencia artificial y poder implementar en un futuro tratamientos alternativos en la clínica.

¿Cuál ha sido la clave de esta investigación?

Uno de nuestros logros ha sido analizar las expresiones moleculares que más caracterizan a los niños con recaída de los niños con no recaída. Ahora estamos intentando mejorar el algoritmo y aumentar el tamaño de la muestra para mejorar el algoritmo clasificador, dependiendo de la identificación de una glucoproteína que ha sido un factor clave. Sabiendo eso, el objetivo fundamental es evitar esa recaída y que el 100% de los niños se cure.

Actualmente además de trabajar con el Mathematical Oncology Laboratory de la Universidad de Castilla-La Mancha, estamos colaborando con hospitales tan importantes en pediatría como el Hospital Universitario Niño Jesús (Madrid), el Virgen de la Arrixaca (Murcia), el Virgen de las Nieves (Granada), el Reina Sofía (Córdoba), el Virgen del Rocío (Sevilla), el Puerta del Mar (Cádiz), y el Hospital Universitario de Jerez.

¿Cómo le explicarías tu día a día en el trabajo a un niño o niña?

Mi día a día es una locura y muy variado. Cuando termino las clases, intento optimizar al máximo todo lo que pueda. Voy al laboratorio, tenemos reuniones, viajes exprés, etc. Ahora, por ejemplo, viajo a Madrid para poder trabajar físicamente con los hematólogos que están colaborando con el proyecto. Mi día a día es muy raro y también sacrificado. Vas aprovechando cada ratito. Pero es fundamental el trabajo en equipo. Si yo no tuviera a mi cargo a un grupo de personas que estén a jornada completa, esto no sale adelante. La ciencia es muy dura, porque la única recompensa que tiene es la de poder ayudar, no hay otra.

Es sacrificado, pero también gratificante.

Yo siempre digo que ser científico es una vocación. Al final lo que te llevas es hacer un bien común con la sociedad. Y si hablamos de niños, más aún. Todo lo que podamos ayudar, ya se beneficie uno, dos o tres niños, bienvenido sea… Y detrás de este mundo de la investigación hay mucha gente. Mucha gente que realmente sacrifica su tiempo en ayudar. Eso no está pagado. Pero repito, es vocación.

Ante este reto, ¿qué puede aportar la ciudadanía?

La donación de sangre y la donación de médula es lo principal y más necesario, aparte de la investigación. Animo a que todo el que pueda lo haga. Alguna vez te puede tocar a ti. También es fundamental la financiación para la investigación. Hay muchas asociaciones que respaldan proyectos de cáncer infantil. Por ejemplo, la Asociación Pablo Ugarte, que trabaja con nosotros, está financiando actualmente 29 proyectos de cáncer infantil.

Según datos del Ministerio de Ciencia e Innovación, el 43,5% de investigadores de Ciencias y Ciencias de la Salud en España son mujeres. ¿Te has encontrado alguna barrera en tu trabajo por el hecho de ser mujer?

Sí. Me he encontrado la barrera de que es muy difícil ser madre, querer dedicarte a la ciencia y no poder hacer todo lo que quisieras, porque tienes que estar en tu vida familiar y ser científica. Yo sí he tenido que demostrar en este mundo que soy científica. Me he encontrado personas que te dicen: “Oye que me quiero reunir con tu jefe…”, cuando la jefa soy yo, ¡qué machismo!, Todavía no se ha conseguido esa igualdad. Y ya no solo por el hecho de ser mujer, sino además encontrarte la barrera de “esto no es matemáticas”. Porque la oncología matemática es una ciencia nueva. Pero las matemáticas sirven para resolver problemas. Y hay que aplicarlas a los problemas reales. Son las matemáticas que deberían existir. Poder aplicar todo lo que sabemos a poder ayudar.

¿Qué es lo mejor y lo peor de ser científica?

Lo peor, que no tengo tiempo en mi vida… [risas]. Y lo mejor, pues [se le quiebra la voz], los mensajes tan bonitos de las personas a las que has ayudado. Las gratificaciones y los reconocimientos de la sociedad. Los abrazos de los pacientes, de los niños y las personas que me rodean: el equipo de investigación que tengo tan humano y luchador. Yo creo que es de lo mejor que me he encontrado en esta carrera.

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Pablo Mora es periodista por la Universidad de Sevilla y Máster en Dirección Estratégica e Innovación en Comunicación por la Universidad de Cádiz. Ha trabajado en medios de comunicación como El Ibérico, Diario de Jerez o Foro Noticias, así como en la Unidad de Cultura Científica y de la Innovación de la Universidad de Cádiz donde ha desarrollado labores de redacción científica, coordinación de eventos de divulgación científica o gestión de redes sociales. Actualmente cursa el título de Experto en Comunicación y Divulgación de la Ciencia en la Universidad Autónoma de Madrid.

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