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Más vale prevenir que curar a medias

Pese a ser una de las principales encargadas de velar por nuestra salud, el área de Medicina Preventiva y Salud Pública se encuentra, en nuestro país, en una especie de cámara del tiempo de dejadez completa, invisibilización y olvido por parte de los dirigentes, según denuncian sus especialistas.

13/05/2021Mario Juárez
Diagrama que muestra a diferentes profesionales de Medicina Preventiva y Salud Pública

Los profesionales de la Medicina Preventiva y la Salud Pública trabajan a otra escala: poblaciones, programas de salud y estadísticas / Elmhurst University

En épocas como la que estamos viviendo, el manido refrán “más vale prevenir que curar” cobra todavía más sentido y fuerza. Pero incluso con una pandemia azotando el planeta, los preventivistas y expertos en salud pública denuncian que siguen siendo los grandes desconocidos entre los médicos y no reciben todo el reconocimiento que merecen (más, en situaciones como esta) por parte de las instituciones.

¿En qué consiste la Medicina Preventiva y Salud Pública?

Según lo establecido en el BOE, el especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública es “aquel capaz de analizar los problemas de salud de la población, y diseñar, implementar y evaluar acciones para mejorarla”.

Dentro del área, podemos encontrar subespecialidades concretas, que van desde la epidemiología (encargada, por ejemplo, del control de brotes en situaciones de emergencia sanitaria) a la administración sanitaria (responsable del correcto funcionamiento de centros y hospitales) pasando por otras enfocadas a la protección de grupos de riesgo, salud ambiental o desarrollo de políticas de salud.

Como vemos, estos facultativos pueden trabajar tanto en servicios de salud como en la administración y sus responsabilidades implican desarrollar un perfil claramente todoterreno. “Los preventivistas somos prácticamente hombres orquesta. A veces somos economistas de la salud, a veces analistas de datos, cuando toca somos médicos o vacunólogos”, dice a UAM Gazette Adrián Hugo, director del Observatorio de Salud Pública de Cantabria.

Pero cuando miramos con más detalle a los entresijos de este mundillo, vemos que este perfil multitarea no viene solo por formación, sino también por contexto.

Una especialidad en los huesos

Durante estos meses nos hemos encontrado con infinidad de testimonios e imágenes de personal sanitario armado con trajes de protección que realizaban turnos a pie de planta que parecían no acabar para intentar contener el avance del virus. Pero más allá de la incontestable importancia de la labor desempeñada en esta primera línea, la pandemia también ha llevado al límite a aquellos encargados de guiarnos con medidas y protocolos en nuestro día a día, que han notado muchas dificultades a la hora de desempeñar su labor.

“Ya en la tercera semana de febrero era una locura, veías a los técnicos de las comunidades autónomas sin dormir” dice Hugo. “Y es que somos muy pocos. En la mayor parte de comunidades autónomas, el número de técnicos de vigilancia es inferior al número de médicos en un único centro de salud. En la comunidad en la que estoy ahora mismo hay un solo técnico. Un técnico para llevar a cabo el registro de contactos y casos de 500.000 personas”.

“Todos nuestros sistemas estaban desbordados porque carecíamos de los recursos tecnológicos y humanos para enfrentarnos a algo como esto”, nos comenta Javier del Águila, residente de tercer año de Medicina Preventiva y Salud Pública y ayudante de investigación del Centro Nacional de Epidemiología. “Para que te hagas una idea, los datos que se envían al Ministerio de Sanidad se generan manualmente rellenando una encuesta epidemiológica revisando la historia de cada paciente, y hablamos de un momento en el que quizá te llegaban 800 casos al día. Teniendo en cuenta que se necesita una persona por registro, te puedes imaginar el resto”.

En las peores semanas de la pandemia, pudimos ver a miles de voluntarios presentándose para ayudar en cualquier de los ámbitos relacionados con la pandemia, desde análisis de laboratorio hasta las oficinas de salud pública. Estos voluntarios, en muchos casos ni siquiera relacionados con el ámbito sanitario, resultaron ser una fuerza de trabajo clave para hacer frente a la primera ola, que estaba colapsando centros, teléfonos de atención al paciente y efectivos humanos.

“Los epidemiólogos hemos estado desaparecidos de muchos ámbitos porque hemos estado encadenados a hacer trabajo de auxiliar administrativo”, cuenta Hugo. “Lo que se ha vivido en las unidades de vigilancia eran teléfonos sonando de personas que se estaban muriendo mientras nosotros picábamos datos. La parte de prevención y control era imposible realizarla porque incluso los voluntarios estaban destinados a esta labor, porque parecía que producir el dato diario era lo más importante. El nivel de desesperación era máximo”

Mucho que reconstruir y modernizar

Por estas razones, los especialistas llevan años poniendo de manifiesto que el área de la medicina preventiva y la salud pública necesita un paquete de medidas que lleve la especialidad al siglo XXI.

En esta línea, Del Águila tiene claro que una de las principales medidas sería crear finalmente una Agencia Estatal de Salud Pública. “Esto es algo que ya está contemplado en la ley desde 2011 pero que no ha llegado a ejecutarse. Probablemente esta agencia podría actuar de catalizador de talento, formación, trabajo especializado y ejercer una potentísima labor de asesoría, control y coordinación de servicios de epidemiología de las comunidades. Y, sobre todo, sería un organismo independiente, autónomo, que es algo completamente esencial”.

Por su parte, Hugo destaca que sería necesario “tener ofertas de empleo público en salud pública, a poder ser exigiendo la especialidad”. Hay que destacar que actualmente no se requiere la especialidad para dedicarse a una de las dos principales salidas de esta rama, que es trabajar en la Administración General del Estado y de las comunidades autónomas. Esto constituye una de las principales demandas de este colectivo, ya que la falta de reconocimiento de la especialidad compromete gravemente la profesionalización de la misma.

En el ámbito laboral, Hugo también defiende que es necesaria una profunda reforma de las leyes de función pública. “Es muy difícil dedicarse a la salud pública en España, porque es casi imposible acceder a la administración. Las OPEs salen cada 20 años, hay comunidades en las que, desde que se crearon, no se han convocado, por lo que prácticamente todos los preventivistas se van a servicios de salud, donde las bolsas de trabajo se abren mucho más frecuentemente. También se puede acceder por la vía de la oposición al Cuerpo de Médicos Titulares, pero esa es una opción casi imposible”.

La oposición al Cuerpo de Médicos Titulares lleva sin convocarse desde 2011 y constituye una de las pruebas más exhaustivas a nivel nacional. En su última convocatoria, se ofertaron 5 plazas y la ratio de plazas otorgadas por candidato fue del 4%.

Siguiendo en esta línea, Hugo comenta que la pandemia ha acentuado lo anquilosada que está la administración para nutrirse de gente. “Es triste ver que es más fácil pedir voluntarios durante una pandemia que recurrir a los mecanismos que tiene la administración para incorporar gente. El sistema está tan mal planteado que era más eficiente rogar ayuda”.

La lucha contra el COVID-19 no ha terminado, pero estos meses ya han servido como toque de atención para los sistemas de salud públicos. Las pandemias representan una amenaza real que va cobrando fuerza y contra la que ya tenemos una moraleja clara: más nos vale saber prevenir.

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Mario Juárez Rodríguez es biotecnólogo por la Universidad de Salamanca con máster en bioingeniería por la Universidad de Edimburgo. Tras probar la bata de laboratorio, está redescubriendo la ciencia desde otro ángulo que implica más micrófonos, libretas y tinta. Actualmente se encuentra curioseando sobre comunicación, diplomacia científica y periodismo mientras cursa el título de Experto en Comunicación Pública y Divulgación de la Ciencia de la UAM.

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