Actualidad
Vivian Capilla González: “Sin vocación no tiene sentido hacer investigación”
Dedicarse a la investigación biomédica es una carrera larga con alegrías y frustraciones. Vivian Capilla González, investigadora en CABIMER (Sevilla), conoce bien este sentimiento, como nos cuenta Charo Cobano en esta entrevista realizada el pasado mes. Desde hace cinco años lidera un proyecto de investigación para paliar las secuelas de la radioterapia en pacientes con cáncer infantil de cerebro. El 21 de diciembre es el Día Nacional del Niño con Cáncer y aprovechamos para compartir su labor.
Vivian Capilla González trabaja en un centro de investigación en Sevilla | Fundación progreso y Salud
Vivian Capilla González (Valencia, 1982) siempre quiso ser investigadora. “No sabía cómo se llamaba eso que yo quería ser”. Confiesa que quería dedicarse a algo relacionado con la rama sanitaria. “Pero no Medicina ni Enfermería sino algo que me sirviera para saber por qué un paciente estaba enfermo, para mirar dentro a ver qué le pasaba y poder estudiar cómo curarlo”.
Doctora en Biología por la Universidad de Valencia, llegó en 2014 a CABIMER (el Centro Andaluz de Biología Molecular y Medicina Regenerativa de Sevilla), donde desarrolla su trabajo como investigadora senior en el Departamento de Regeneración y Terapia Celular. Actualmente lidera un proyecto de investigación para encontrar una terapia que evite las secuelas asociadas a la radioterapia en el cáncer infantil de cerebro.
Según la Organización Mundial de la Salud, cada año se registran en el mundo más de 250.000 casos nuevos de cáncer en el sistema nervioso central. El 50% de las personas diagnosticadas con cáncer cerebral son tratadas con radioterapia en algún momento de su enfermedad. De éstas, entre el 50 y el 90% desarrollará alteraciones neurológicas.
“Estamos viendo que la radioterapia tiene grandes efectos neurológicos en los niños a nivel de cognición, aprendizaje, disminución del cociente intelectual, capacidad de prestar atención…”, explica la investigadora. En su laboratorio trabajan con células madre humanas de tejido adiposo, de la grasa, obtenida a través de donantes. “Con ella generamos un medicamento que aplicamos a nuestros modelos preclínicos [ratones] para ver si es efectivo y seguro”. En ratones adultos ya han observado que esta terapia neuroprotectora funciona, puesto que es capaz de revertir o prevenir dichas secuelas. Ahora lo están testando en ratones juveniles para reproducir el comportamiento de la radioterapia en los tumores de cerebro en pacientes jóvenes.
Los efectos no deseados de la radioterapia en niños “son mucho más evidentes porque son pacientes que están en desarrollo; de hecho, son secuelas progresivas y muchas de ellas crónicas, de modo que el impacto que tiene en niños es mucho mayor que en adultos o en ancianos”, cuenta Capilla.
“Cuando se aplica radioterapia en un tumor cerebral, se produce una inflamación notable en el cerebro que hemos visto muy reducida en los ratones a los que le hemos aplicado la terapia”. Además de estas cuestiones físicas, se producen secuelas neurológicas que también se evalúan. “Miramos la capacidad cognitiva y olfativa de los animales (en ratones está muy desarrollada) y les hacemos una serie de pruebas: físicas, de coordinación, toxicidad; les hacemos un seguimiento como a los humanos: pruebas sanguíneas, plasmáticas, resonancias magnéticas para comprobar que no hay lesiones asociadas al tratamiento”. Están observando resultados “muy prometedores e interesantes”.
Los resultados del proyecto están siendo “prometedores”. / Fundación Progreso y Salud.
El potencial que plantea esta investigación ha hecho posible que el proyecto cuente con financiación de la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía desde el año 2015 así como del Instituto de Salud Carlos III y de la Asociación Española Contra el Cáncer.
A pesar de los avances en este trabajo aún es pronto para llevarlo a la práctica clínica. “Estamos viendo que la eficacia y la seguridad están ahí, pero todavía tenemos unos cuantos años por delante para sacar a la luz realmente todo lo que está detrás de esta terapia”.
La práctica científica, una carrera de fondo
Los resultados en investigación tardan tiempo en llegar. “Hay días y días: días en los que la experimentación te sale perfecta, que encuentras resultados positivos y te vas supercontenta a casa pensando que vas por buen camino. En cambio, hay otros días que todo te sale al revés, que hay datos que no esperabas y piensas en la cantidad de horas y horas que le dedicas al trabajo y te sientes muy frustrada. Hay que invertir mucho esfuerzo y estar muy convencida de lo que quieres hacer para poder continuar”, cuenta esta investigadora.
Capilla explica que el entusiasmo con este proyecto es general para todo el grupo y “eso empuja mucho a seguir con la investigación”. El trabajo ha sido presentado en campañas de micromecenazgo a nivel nacional, concretamente, en la Plataforma Precipita, de la Fundación Española para la Ciencia y Tecnología (FECYT), donde ha tenido muy buena acogida. Los investigadores han percibido que, por su singularidad y relevancia, este proyecto responde muy bien no solo entre los investigadores y los agentes financiadores sino entre la población general, que “es finalmente a la gente a la que queremos llegar”, apostilla. Y es que cada año se diagnostican en España 1.000 casos nuevos de cáncer en niños.
Una dedicación “que merece la pena”
A la ilusión general se le une su fuerte vocación particular y por ello asegura tajante que “sin vocación no tiene sentido hacer investigación”. “No sabía lo que era ser científico porque no tenía a nadie así en mi entorno” pero tenía muy claro en todo momento que lo que quería era “descubrir cosas que pasaban en el cerebro de las personas”. De hecho, cuando le preguntaban a qué se quería dedicar, ella respondía: “Yo lo que quiero es investigar cosas”.
Así es como Vivian Capilla González inició su camino para convertirse en investigadora -a pesar de que “mi contacto con los científicos se limitaba a la serie de CSI”-, y rápidamente se involucró en el laboratorio de la Facultad de Biología de Valencia, donde descubrió que lo que le gustaba era hacer cosas con sus manos, “experimentar”.
Y de aquellos años en los que dedicaba su tiempo libre a la investigación ha pasado a liderar un proyecto para mejorar la vida de los niños que se someten a radioterapia tras padecer un cáncer de cerebro. “Desde luego, si sigo dedicándome a esto, a pesar de todo, es porque verdaderamente merece la pena”, sostiene.
___________________
Charo Cobano Lora es Licenciada en Periodismo por la Universidad de Sevilla y Máster en Dirección de Comunicación Empresarial e Institucional. Desde 2008 trabaja en la Unidad de Comunicación Corporativa de la Fundación Progreso y Salud, entidad pública de la Junta de Andalucía. Actualmente es estudiante de posgrado en el Título de Experto en Comunicación Pública y Divulgación de la Ciencia de la Universidad de Autónoma de Madrid.
