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La educación femenina en la España del siglo XIX: Paradigmas en contraste

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La educación femenina en la España del siglo XIX: Paradigmas en contraste

En el presente artículo, la doctora Juana García Romero investiga los estereotipos de género y la educación en la España del siglo XIX, resaltando las diferencias ideológicas entre los estilos conservador y liberal para la educación femenina. A través del análisis de figuras representativas y sus propuestas educativas, Juana García muestra cómo estas visiones contrapuestas modelan el acceso de la mujer a la educación y, por ende, su rol en la sociedad española decimonónica, principalmente.

15/04/2024Juana García Romero
Grupo de alumnas de Taquigrafía y Mecanografía, de la Asociación para la Enseñanza de la Mujer, curso 1911-1912/ Fondo Archivo de la Fundación Fernando de Castro-Asociación para la Enseñanza de la Mujer

Grupo de alumnas de Taquigrafía y Mecanografía, de la Asociación para la Enseñanza de la Mujer, curso 1911-1912/ Fondo Archivo de la Fundación Fernando de Castro-Asociación para la Enseñanza de la Mujer

Conforme al decreto del 21 de octubre de 1868 (Labra, 1888, p. 35), Fernando de Castro (1868) plantea asegurar la libertad, el amor por la patria y el respeto a las instituciones mediante la creación de diversas entidades educativas y la solicitud de colaboración al profesorado español (p. 13). En 1870, establece la Asociación para la Enseñanza de la Mujer (AEM), con el propósito de avanzar en su proyecto educativo, que subraya el rol significativo de la mujer en el desarrollo social, afianzando así el ideal católico-cristiano para las futuras generaciones.

Cabe recordar que Fernando de Castro (1814-1874) es contemporáneo de Julián Sanz del Río (1814-1869), y cultiva su pensamiento en la filosofía cristiana.

Las conferencias dominicales, llevadas a cabo desde el 21 de febrero hasta el 23 de abril de 1867 en el Paraninfo de la Universidad Central (Labra, 1888, p. 39), contribuyen al desarrollo de este proyecto desde 1869. En estas conferencias, se percibe la influencia del krausismo español, cuyo objetivo inmediato es mitigar el elevado analfabetismo existente en la España del siglo XIX, pues afecta a todos los niveles de la sociedad (Castro, 1869a, p. 11).

Analizando las conferencias aparecen dos propuestas educativas que dan lugar a dos tipos de mujer, cuyo fin común es facilitar el paso a la sociedad moderna que ya existe en otros países europeos, y que empieza a darse, paulatinamente, en España.

Según Castro (1869b), el cristianismo es la doctrina que garantiza la unidad humana, pues integra al hombre y a la mujer, cuya personalidad racional parte de su semejanza con Dios (p. 4). No obstante, el destino que la Providencia establece para la mujer es cumplir con los roles específicos de esposa y de madre en el ámbito doméstico y familiar, principalmente.

En la misma línea se encuentra Pi y Margall (1869), pues sostiene que la misión de la mujer se centra en la «educación de sus hijos» (p. 10), argumentando que solo considerando la humanidad en su totalidad y analizándola a través de las interacciones entre las generaciones pasadas y presentes, se puede progresar hacia el futuro (p. 14).

En este contexto, el destino de la mujer en la humanidad y su rol social/misión en la sociedad dirigen su educación, unificada en un mismo sentimiento religioso. 

Se identifican dos corrientes de actuación: por un lado, la conservadora, con figuras como Fernando de Castro, Joaquín María Sanromá, Juan de Dios de la Rada y Delgado, Francisco de Paula Canalejas, Fernando Corradi, Antonio María Segovia, Francisco Asenjo Barbieri, Tomás Tapia y Antonio María García Blanco; por el otro, la liberal, con Rafael María de Labra, Santiago Casas, Segismundo Moret y Prendergast, José Echegaray, Gabriel Rodríguez, Florencio Álvarez-Ossorio, José Moreno Nieto y Francisco Pi y Margall.

Para los conservadores, la mujer tiene que recibir una educación tradicional porque se trata de formar su carácter. Si antes fue educada en las labores domésticas, ahora es en las labores elegantes y finas llamadas educación de buen tono (saludo, baile, piano, lenguas extranjeras) porque el prestigio social depende, sobre todo, de su comportamiento; se la invita a participar en la ciencia moderna (Sanromá, 1869, p. 22), ejercitando su memoria histórica para tomar conciencia de su situación actual (Rada, 1869, p. 6) y cumplir con el ideal de mujer modesta que la Providencia le encomienda seguir, siendo la responsable de mantener el amor como guía de la educación de sus semejantes (Corradi, 1869, p. 18); por tanto, su formación se basa en el estudio de la Historia, la Literatura y la Religión, principalmente.

Para los liberales, la razón humana es única porque la mujer como el hombre practica las funciones de la razón humana; por ello, la ciencia no es ajena al pensamiento femenino (Echegaray, 1869, p. 7). Consideran que las facultades del ser humano están limitadas por su condición individual; la educación buscará la armonía entre ellas, pues de esto depende la vocación y la profesión del hombre (Moret, 1869, p. 9). Surge, entonces, una educación más moderna.

Esta propuesta recomienda la participación de la mujer en la Ciencia porque su comprensión, no se debe a la falta de inteligencia de aquélla, sino al maestro por no hacerse entender (Echegaray, 1869, p. 12). Se la considera un ser racional y puede acceder al conocimiento científico estudiando las Ciencias Físicas, las Ciencias Económicas y Sociales para conseguir su bienestar en la vida, conforme a su naturaleza humana, respetando su libertad individual. La actividad humana queda condicionada por el interés personal, que tiene que ser regulada por la ley, donde la Justicia se encarga de organizar la Sociedad (Rodríguez, 1869, p. 18).

Los dos tipos de mujer que resultan de dichas propuestas reciben conocimientos distintos acerca de una misma realidad.

Mujer conservadora: estudia la tradición sin ánimo de cambio, sin cuestionarla; le  interesa las manifestaciones artísticas y religiosas como prueba de verdad, por ser la expresión más inmediata del interior y la imaginación humana al potenciar la creatividad espontánea; prima el sentimiento humano ante la razón.

Mujer liberal: estudia para cambiar y mejorar lo transmitido racionalmente porque, desde ahí, se asegura el progreso científico en beneficio de los seres vivos y la modernización de la sociedad; el hecho concreto es su prueba de verdad, por ser el reflejo más real del proceso lógico de toda existencia, capaz de dar coherencia al llamado avance histórico de la humanidad; prima la razón ante el sentimiento humano.

Ambos tipos de mujer tienen un nexo común que las enaltece ante los demás y es su   afán de superación personal; así pues, la decisión de la mujer es considerada una expresión más de la condición humana.

Estas definiciones, también, se aplican al hombre porque son individuos que se desarrollan en la sociedad, por tanto, se muestran dos paradigmas humanos: persona conservadora y persona liberal.

Conclusión

La mujer española mostró interés por la Ciencia pero, a su vez, la excluyeron de la misma, pues según Castro, no podía ejercerla en la Sociedad. No obstante, su trabajo es el medio que asegura su dignidad como persona autónoma y útil, por ser un individuo libre que se desarrolla  en la misma, y esto no quedó garantizado con el proyecto educativo premoderno de Castro —según Jobit—, pues frenó su desarrollo. Por un lado, limitaron su capacidad desde niña, para tomar conciencia por sí misma de su dignidad como ser humano racional, al quedar sometida a la del hombre —según Corradi— y, por otro, no pudo participar en las especulaciones racionales y filosóficas, y en el ámbito político, pues solo podía influir a través del marido —según Moreno—.

En 1855, se inició el proceso de feminización docente en España, al que contribuyó este proyecto educativo —según San Román— y, en 1870, se fundó la AEM para educar a las   mujeres, según su destino providencial y las pautas de lo que Menéndez Ureña denominó krausofröbelismo.

Referencias bibliográficas en el trabajo de investigación Fernando de Castro: paradigmas femeninos.

Juana García Romero nace el 23 de noviembre de 1969 en Madrid (España). Profesora y Doctora en Filosofía por la Universidad Autónoma de Madrid (UAM). Ha participado en el cortometraje Próxima Estación, galardonado en el I Festival Internacional de Cine de la No-Violencia Activa (FICNOVA, 2013). Escritora científico-artística, ha publicado varios libros y colabora en revistas científicas, de poesía...

En 1988, inicia su actividad profesional y, en 2006, empieza a ejercer la docencia-investigación hasta la actualidad.

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