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Estudios científicos revelan el origen de señales procedentes del espacio

Investigación

Estudios científicos revelan el origen de señales procedentes del espacio

Investigaciones recientes apuntan a la existencia de civilizaciones extraterrestres con las que podríamos estar conviviendo incluso en nuestra propia galaxia. ¿Fantasía o realidad? Mientras esperamos a que se constate esta teoría con pruebas científicas, el universo nos manda señales. Sin embargo, son solo ecos de la evolución del espacio producidos a años luz de nosotros.

11/02/2021Fátima Ruiz
Imagen con el manuscrito que representa la señal procedente del espacio 'Wow', por la anotación en el margen.

Señal 6EQUJ5, con la anotación del investigador Jerry R. Ehman por la que fue denominada ‘Señal Wow’ / Big Ear Radio Observatory and North American AstroPhysical Observatory (NAAPO).

La literatura sobre las señales que llegan desde el espacio exterior es inabarcable. Desde los años treinta del siglo pasado, cuando surgió la radioastronomía y se instalaron los primeros radiotelescopios, los investigadores han escrito miles de artículos sobre sus descubrimientos en este campo.

Para decepción de quienes apuntaban a civilizaciones extraterrestres como emisoras de estos mensajes, la mayoría de los estudios publicados en las últimas décadas coinciden en desmontar esta teoría. Todo tiene una explicación más compleja incluso y no es otra que la evolución del cosmos.

Solo el pasado mes de noviembre, la revista Nature publicó cuatro artículos que abordan el origen de las ráfagas rápidas de radio FRB (siglas en inglés de Fast Radio Burst) que han recogido radiotelescopios por todo el mundo. Sin embargo, hasta nosotros llegan otros tipos de evidencias de la actividad del universo, menos numerosas que las ondas de radio, como los rayos X o rayos gamma (γ), que también nos ayudan a conocer lo que ocurre más allá de la atmósfera.

A lo largo del tiempo se han documentado casos similares de señales sin aparente explicación a las que posteriormente se encontró un origen natural. “Muchos fenómenos astronómicos, como los cuásares, los púlsares, los estallidos de rayos gamma o el fondo cósmico de microondas, no eran más que intrigantes señales de origen desconocido en el momento de su detección”, explica a UAM Gazette Yago Ascasibar, astrofísico de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM). “En algunos casos hemos conseguido desarrollar una teoría más o menos razonable a lo largo de los años, pero es un proceso lento y laborioso y muchos detalles están aún por descubrir”, detalla.

La proliferación de estudios sobre esta área de conocimiento, unida al desarrollo tecnológico de la instrumentación, hace prever que muchos enigmas de la astronomía se resolverán a lo largo de las próximas décadas.

Explicaciones científicas

Las FRB, que se detectaron por primera vez en 2007, ya tienen una explicación científica. “Las ráfagas rápidas de radio fueron descubiertas hace apenas una década y hemos aprendido bastante sobre ellas, pero harán falta más observaciones y análisis antes de que podamos hacernos una idea clara de cuáles son los mecanismos físicos responsables”, afirma el profesor Ascasibar.

Gracias a varios estudios, su origen se relaciona con los magnetares, objetos con un intenso campo magnético que surgen de las estrellas de neutrones. Según la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés), un magnetar puede tener un magnetismo superior en miles de millones al de las máquinas de resonancia de los hospitales y su brillo es miles de millones de veces mayor que el del Sol.

“Este tipo de emisión, denominada radiación sincrotrón, se debe a electrones de muy alta energía, girando a velocidades relativistas (muy próximas a la de la luz) en un campo magnético. Por esa razón se sospecha que el origen de las FRB pueda estar relacionado con los magnetares. Sin embargo, se trata todavía de un problema abierto”, precisa Ascasibar. Preguntado por la posibilidad de confundir verdaderas señales con ruido de fondo, el astrofísico asegura que “la detección de estas señales de radio es en algunos casos muy firme, y no parece demasiado verosímil atribuirlas a interferencias o ruido”.

El telescopio robótico BOOTES-3 en Lauder (Nueva Zelanda) con el que se tomaron imágenes cuasi-simultáneas en dirección al magnetar SGR 1935+2154. | Fuente: IAA-CSIC/NIWA.

Las explosiones que se producen en los magnetares por la alta concentración de energía es lo que llega hasta los observatorios con mayor o menor intensidad. Precisamente, la extraordinaria intensidad con la que llegó una de estas ondas capturada por científicos del Experimento Canadiense de Cartografía de la Intensidad del Hidrógeno (CHIME), y posteriormente por otros equipos en EE UU, es lo que ha permitido no solo asociarlo con un magnetar concreto (SGR 1935+2154), sino determinar que procedía del interior de la Vía Láctea, un hecho sin precedentes.

Javier Castro-Tirado, uno de los investigadores del Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA-CSIC) firmantes del artículo que analiza la detección de este tipo de ráfagas y su seguimiento desde distintos observatorios terrestres y espaciales, considera que puede haber otras explicaciones. “Es muy posible que los FRB tengan que ver con distintos tipos de objetos, al igual que ha sido el caso con las explosiones de rayos gamma, o GRB, descubiertos hace más de cincuenta años”, ha señalado en una nota de prensa.

Una lista que sigue aumentando

Algunas de las señales más conocidas y estudiadas son FRB 180916.J0158 + 65 (famosa por repetirse cada 16 días), FRB 200428, FRB 121102, SHGb02+14a o, la más conocida y mediática de todas, 6EQUJ5 o Wow! ­por la anotación que junto a su registro en papel hizo el investigador del proyecto SETI Jerry R. Ehman–.

Pero otras siguen siendo un interrogante. Es el caso del denominado Rugido del Universo captado en 2006 en Texas (EE UU) por el instrumento ARCADE (Absolute Radiometer for Cosmology, Astrophysics, and Diffuse Emission) para estudiar microondas cósmicas y el origen de las estrellas. Este fenómeno, un fondo de radio sincrotrón, se produce por una emisión de muchas fuentes individuales que se mezcla en un resplandor difuso. Abordado en profundidad por la Sociedad Astronómica Americana, sigue dando hoy día lugar a muchas hipótesis (teoría de Cuerdas, fusiones de cúmulos de galaxias…), sin conclusiones definitivas.

A la lista de misteriosas señales aún sin resolver habría que añadir también las emisiones de rayos X, un tipo de luz invisible que llega hasta nosotros y para la que los científicos barajan probables teorías aún por confirmar, como burbujas de gas caliente producidas por la explosión de una supernova, el intercambio de carga de viento solar o galaxias, entre otras. 

Mientras tanto, y tan tangible y terrenal como para hacer una playlist, gracias a la labor de los investigadores podemos escuchar con nitidez otros sonidos que producen los planetas, las estrellas y los agujeros negros. La NASA ha logrado identificar la procedencia de la mayoría de estos sonidos gracias a las sondas Voyager, Galileo o Cassini, acercándonos un poco más a ese gran desconocido universo.

La clave de esa comprensión está en la cooperación científica internacional. Un gran equipo de traductores del espacio con los que descubrir los misterios del cosmos.

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Fátima Ruiz es licenciada en Historia del Arte por la USAL y Máster en Arqueología y Patrimonio por la UAM. Durante más de dos décadas ha trabajado como periodista en diarios regionales y revistas del Grupo Prisa, entre otros. En la actualidad forma parte de la Unidad de Comunicación e Imagen Institucional de la UAM y cursa el Título de Experto en Comunicación Pública y Divulgación de la Ciencia de la UCCUAM.